El grupo ArcelorMittal, principal productor mundial de acero con instalaciones en Gijón y en Avilés está estos días viviendo un momento crítico en el que incluso se ha llegado a plantear el riesgo de cierre parcial ó total de las dos factorías asturianas, una circunstancia que, de producirse, enviaría a varios millares de ciudadanos al paro y colocaría a la economía regional en una complicadísima tesitura. Todo esto ocurre en el mismo momento en que el otro gran sector tradicional asturiano, la minería del carbón, se encuentra sometido a un proceso que podría llevar a su definitiva y casi total desaparición. El futuro del carbón se debate hoy en Madrid entre los responsables del Gobierno de Rajoy y los líderes sindicales de la minería. Entretanto la caída de ventas que sufre la compañía siderúrgica que se agrava por el efecto negativo del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la del sector del automóvil, dos de los principales clientes de productos siderúrgicos, empeora todavía más con el recorte del gasto público que limita al mínimo la obra pública.
Todo parece indicar que, si finalmente se cumplen las previsiones de la compañía siderúrgica, Arcelor-Mittal no construirá las baterías de coque de Gijón, que suponían una inversión de 147 millones de euros y que, junto con la reconstrucción del horno alto B, suponían asegurar el futuro de la siderurgia asturiana para al menos otros veinte años. Además, se recortará plantilla y también las nóminas, aunque no se ha aclarado cómo, ni cuándo, ni cuánto. El horno alto B se parará en agosto para su remodelación, pero la compañía también dejó entrever un cierto riesgo de que no arranque en septiembre si la demanda sigue cayendo.
Las consecuencias de estas medidas se prevén «terribles», según los sindicatos, porque no afectarán sólo a los trabajadores directos de la compañía -unos trescientos en las baterías de Gijón-, sino también a las empresas auxiliares. La siderurgia europea no levanta cabeza. La espada siguen en alto y las consecuencias son imprevisibles.